Bueno, con la intención de dedicar un espacio un poco más especializado a reflexiones de tipo filosófico, abro este blog para ver qué nace y qué muere en él. Espero ser lo suficientemente constante como para mantenerlo en movimiento, como para no dejar que se enfríe. El título del blog lo saco de una expresión de Richard Dawkins, uno de mis pensadores contemporáneos favoritos. Bien podría haber escogido alguna expresión de Wittgenstein, de Nietzsche, de Platón o de Davidson, algunos otros de mis pensadores preferidos, pero la expresión de Dawkins -ubicada en el prólogo de su libro ‘Destejiendo el Arco Iris’- abarca muy bien el espíritu con el que pienso la filosofía en estos días. Más allá de algún afán por llegar a algún tipo de verdad, por llegar a un acuerdo general, o a alguna noción básica de progreso, me gusta pensar la filosofía como un modo de vivir en un constante cambio y movimiento que no tiene otro fin que el de la felicidad. Si yo me dedico a la filosofía es únicamente porque he descubierto que en ella, en la constante reflexión, discusión y cuestionamiento, soy feliz. Aquí funciona pues la noción wittgensteniana de la filosofía como terapia sobre uno mismo, más que como disciplina teórica.
Este tipo de actividad se desliga de todo intento de objetividad; como dije antes, mi propósito no es convencer a nadie de nada, ni tomar posiciones que impliquen el rechazo rotundo de otras posibilidades. Mi intención es ir en busca de la riqueza que reside en cada uno de los aspectos a partir de los que se puede plantear un problema. Ir en busca de esas riquezas, siempre múltiples, siempre únicas, siempre cambiantes, es ir en busca de singularidades que guardan en sí profundidades de alcances que -hasta ahora- pocos se animan a interiorizar. ‘Singularidades vertiginosas’ que están en cada aspecto de la vida, desde el más básico hasta el más complejo. Una pluralidad plena supone eso, el saber apreciar los múltiples valores de cada aspecto. Esto supone entonces que mi acercamiento a los problemas filosóficos tienen factores tanto intelectuales como emocionales, o espirituales. Suelo tomar tesis fuertes y defenderlas con ímpetu. Pero ello no significa que pretendo tener la verdad, creo estar totalmente abierto al cambio y ser totalmente conciente de la falibilidad de mis pensamientos. Cuando expreso un punto de vista no simplemente lo hago desde un aspecto intelectual, lo hago más bien, sobre todo, con una emotividad muy profunda y con un asombro constante por la complejidad que reside en cada interpretación que se pueda hacer en la filosofía.
Esto significa que no considero a la filosofía como una disciplina privilegiada frente a las demás. Por ello es probable que más de una vez concentre mis post en alguna otra disciplina que no sea la filosofía, aunque creo que me es natural acercarme a todo problema desde un punto de vista filosófico. Mis intereses en la filosofía son, como en todos, muy variados. Pero si tuviera que nombrar los campos en los que normalmente me encuentro moviendo, estos tendrían que ser la filosofía del lenguaje, la filosofía de la ciencia, la estética y la filosofía política. Temas éticos también son recurrentes, pero siempre teniendo como base alguna, o más de una a la vez, de las corrientes que he nombrado.
Dejo esto aquí, ya veremos qué más viene.
Este tipo de actividad se desliga de todo intento de objetividad; como dije antes, mi propósito no es convencer a nadie de nada, ni tomar posiciones que impliquen el rechazo rotundo de otras posibilidades. Mi intención es ir en busca de la riqueza que reside en cada uno de los aspectos a partir de los que se puede plantear un problema. Ir en busca de esas riquezas, siempre múltiples, siempre únicas, siempre cambiantes, es ir en busca de singularidades que guardan en sí profundidades de alcances que -hasta ahora- pocos se animan a interiorizar. ‘Singularidades vertiginosas’ que están en cada aspecto de la vida, desde el más básico hasta el más complejo. Una pluralidad plena supone eso, el saber apreciar los múltiples valores de cada aspecto. Esto supone entonces que mi acercamiento a los problemas filosóficos tienen factores tanto intelectuales como emocionales, o espirituales. Suelo tomar tesis fuertes y defenderlas con ímpetu. Pero ello no significa que pretendo tener la verdad, creo estar totalmente abierto al cambio y ser totalmente conciente de la falibilidad de mis pensamientos. Cuando expreso un punto de vista no simplemente lo hago desde un aspecto intelectual, lo hago más bien, sobre todo, con una emotividad muy profunda y con un asombro constante por la complejidad que reside en cada interpretación que se pueda hacer en la filosofía.
Esto significa que no considero a la filosofía como una disciplina privilegiada frente a las demás. Por ello es probable que más de una vez concentre mis post en alguna otra disciplina que no sea la filosofía, aunque creo que me es natural acercarme a todo problema desde un punto de vista filosófico. Mis intereses en la filosofía son, como en todos, muy variados. Pero si tuviera que nombrar los campos en los que normalmente me encuentro moviendo, estos tendrían que ser la filosofía del lenguaje, la filosofía de la ciencia, la estética y la filosofía política. Temas éticos también son recurrentes, pero siempre teniendo como base alguna, o más de una a la vez, de las corrientes que he nombrado.
Dejo esto aquí, ya veremos qué más viene.
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Espero el siguiente post
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