Para empezar, es claro que hay “innumerables géneros” de oraciones, palabras, signos, etc. Esto significa que nuestro uso del lenguaje está inmerso en una pluralidad de diferentes posibilidades –no en una estructura perfectamente lógica, como siempre se ha pensado. Además, esta multiplicidad abundante no puede ser considerada como algo fijo, como algo que ya está dado y que no cambia; más bien, se trata de un estado de constante movimiento, de constante fluir: nuevos sentidos, nuevos significados, nuevos juegos de lenguaje no dejan de nacer una y otra vez. Y del mismo modo, algunos mueren, “envejecen y se olvidan”.
Nietzsche, en el texto póstumo ‘Sobre verdad y mentira en sentido extramoral’, dice explícitamente que hay sentidos del lenguaje que nacen y entran en movimiento por su novedad y frescura, pero que luego se enfrían y se convierten en conceptos que han perdido su inicial sorpresa y que ya se toman como lo estable, como lo convencional: la firmeza del intelecto se impone por sobre la constante inestabilidad de lo emocional. Esto es rescatado mucho más tarde por Rorty, quien, en el texto ‘Contingencia del lenguaje’, habla de los distintos ‘léxicos’ (o ‘juegos de lenguaje’ –o simplemente ‘lenguajes’, se podría decir) como no más que una forma de metaforizar sobre el mundo, habiendo metáforas que entran en juego en ciertos momentos de la historia y que nos causan desconcierto, cual si se tratara de bofetadas que se nos da. Así, los lenguajes novedosos aparecen y amenazan a la estabilidad anterior, a aquel lenguaje que ya no es una metáfora, que ya no es como una bofetada, sino que se ha convertido en una especie de cama blanda en la que nos adormecemos, en la que ya no nos sorprendemos.
Me parece que Wittgenstein se diferencia de estas dos perspectivas en que él nunca habla de un lenguaje que deja de sorprender y que ya no está en constante movimiento. Para Wittgenstein estamos en constantes juegos de lenguajes que no dejan de ser un fluir interminable para el ser humano. Los lenguajes no simplemente nacen y luego se disecan (para convertirse en lo estable por un tiempo), hasta que mueren y se olvidan. Los lenguajes son concebidos como juegos en Wittgenstein, y ello significa que, en ellos, nunca dejamos de crear y de sorprendernos, nunca dejamos de percibir al mundo desde diferentes perspectivas. “La expresión ‘juego de lenguaje’ debe poner de relieve aquí que hablar el lenguaje forma parte de una actividad o de una forma de vida.” El lenguaje no deja nunca ser actividad, no se adormece nunca totalmente. Mientras Nietzsche piensa en conceptos que se hacen estables, y en significados y sentidos que nacen para sorprender y violentar a los primeros, Wittgenstein piensa en un lenguaje cotidiano que nunca llega a ser estable, que nunca deja de cambiar en sus ligeros aspectos, de generar diferentes y novedosas perspectivas. Y es que para Wittgenstein adormecer el lenguaje no sería simplemente intelectualizarlo, sino además abstraerlo: eso convierte al filósofo en el principal provocador del adormecimiento, es él quien toma a las palabras y les da valores metafísicos, absolutos, trascendentes, no humanos. Pero el filósofo se extrae de la cotidianeidad, se extrae de lo ordinario: se extrae de aquel lugar en el que el lenguaje realmente está, aquel lugar en el que realmente se juega.
Wittgenstein da en el § 23 muchos ejemplos de posibles juegos de lenguaje de los que se puede ser parte. Hay que notar aquí cómo estos no son juegos de lenguaje que se excluyen entre sí, sino que es perfectamente posible imaginar que una persona pueda estar en varios a la vez: no somos jugadores exclusivos de un solo juego. Piénsese en la siguiente expresión: “Platón rechazó a la democracia como forma de gobierno plausible”. ¿A qué juego de lenguaje pertenece? ¿Al de la filosofía?, ¿o al de la historia?, ¿o al de la política? Bueno, sucede que en realidad pertenece a los tres, no es necesario que elijamos uno de ellos. Así pues, podríamos decir esa expresión y estar apelando tanto a la historia como al inicio de un argumento político: todo depende de la perspectiva a partir de la que abordemos la cuestión –y la perspectiva no tiene que elegir con exclusividad sólo una de las posibilidades.
Así pues, ser conciente de tal multiplicidad de posibilidades en el lenguaje es alejarse de la tentación de buscar definiciones exactas de lo que ocurre en cada género del lenguaje. No vale de nada buscar en lo abstracto las esencias de nuestras palabras: ellas cobran sentido en la misma práctica, en la misma pluralidad, en el mismo juego.
Esto, por supuesto, supone una crítica directa a “lo que los lógicos han dicho sobre la estructura del lenguaje (Incluyendo al autor del Tractatus)”.
martes, 5 de enero de 2010
Investigaciones Filosóficas: §§ 23-24
martes, 22 de diciembre de 2009
Museo Rosenbach - Zarathustra
El disco que podrán bajar a continuación es el Zarathustra, del grupo italiano Museo Rosenbach (el único que sacó, en 1973). Es, como podrán adivinar, un disco conceptual que se inspira en el libro homónimo de Nietzsche. No lo narra, no lo repite, sino simplemente trata sus temáticas con letras y música muy sugestivas, llenas de figuras que casi alcanzan el nivel metafórico nietzscheano.
Es definitivamente una de las obras maestras del progresivo, así que vale la pena bajárselo, se sea o no conocedor de la filosofía de Nietzsche. Pero como este blog es recontra regalón, no sólo les dejo el disco, sino además una traducción aproximada de sus letras al español –cosa que sí parece ser imposible de conseguir. La traducción es mía, y lo cierto es que mis conocimientos del italiano son paralelos a mis conocimientos sobre la crianza de chupacabras. Lo que hice fue tomar las letras originales, una traducción al inglés que encontré, y miles de diccionarios de italiano, con lo que procuré realizar la versión que podrán encontrar aquí. Por ello, no les recomiendo confiar enteramente en mi traducción al español; aunque de hecho sirve para darse una idea de a dónde se está dirigiendo Museo Rosenbach con sus letras.
Bueno, les dejo los links para el disco y para las letras originales y traducidas. Disfruten.
domingo, 25 de octubre de 2009
Nietzsche y el darwinismo (d)
“La influencia de las ‘circunstancias exteriores’ suele exagerarse en Darwin de un modo absurdo: lo esencial en el proceso vital es precisamente la enorme fuerza plasmante, creadoras de formas del interior al exterior”[1]
Lo que hace Nietzsche aquí es rechazar la forma en que el darwinismo estaría describiendo el modo de existir de la humanidad. Para Nietzsche la influencia de lo exterior no es tan poderosa como la fuerza creadora del interior del ser humano, que condiciona lo exterior y lo innova. Aquí, Nietzsche es congruente con toda su filosofía, en tanto que ella se apoya en la voluntad de poder como la fuerza que afirma la existencia y la llena de valores. Esto equivale a decir que él no está buscando una jerarquía de fuerzas cuando se refiere a los ‘esclavos’ y a los ‘espíritus libres’ (como le dio la gana de entender a los teóricos nazis), lo que busca más bien es diferenciar a aquellos que no despiertan la conciencia de que son creadores de valores (por su ceguera, o por debilidad para aceptar ese hecho) de aquellos que sí lo hacen. Esto diferencia a Nietzsche del darwinismo en que para el primero somos nosotros los que condicionamos fuertemente cómo entendemos el mundo, mientras que para el segundo es el mundo quien no deja de condicionarnos y transformarnos de acuerdo a sus características propias –es evidente que para Nietzsche ya no hay lugar para pensar en el mundo por sí mismo como agente condicionante. Para Nietzsche era necesario hacer esta crítica si es que iba a ser congruente con su afirmación de la capacidad creadora y de lo jovial en la voluntad de poder.
Ya para concluir, me parece entonces que entre Nietzsche y el darwinismo hay más diferencias de lo que muchos creen (los darwinistas que quieren amigarse con la filosofía nietzscheana). Sin embargo, no hay tantas contradicciones como otros creen (los nietzscheanos que quieren separarse del pensamiento darwini… -no, de cualquier pensamiento). Hay evidentes parecidos, pero los caminos que siguen son diferentes. El problema está en que ambas partes no se dan cuenta de ello (una mirada -al menos de reojo- a Wittgenstein y sus diferenciaciones de los juegos de lenguaje no les haría daño). Es curioso sin embargo que el darwinismo siga queriendo encontrarse en Nietzsche, cuando este ha sido tan agresivo con Darwin: lo califica de ser una ‘cabeza mediocre’, estrecha, típicamente inglesa[2]. Probablemente sea en un afán del darwinismo de intentar ridiculizar la seriedad con la que Nietzsche escribe, intentando demostrar que era un malagradecido con quien lo había alimentado. No considero que este sea el caso. Es cierto que Nietzsche, al igual que todo su tiempo, se alimenta del darwinismo, pero la complejidad de la filosofía del alemán lo lleva a caminos profundamente distintos. La cuestión no sería entonces intentar encontrar semejanzas, sino saber leer las diferencias y saber hacerlas dialogar entre sí.
[1] (frag. póst.) ‘La voluntad de poder’, 640. Trad. de A. Frouff en la editorial EDAF.
[2] Cf. ‘Más allá del bien y del mal’, § 253.
viernes, 23 de octubre de 2009
Nietzsche y el darwinismo (c)
Sin embargo, Nietzsche va más allá en su crítica al darwinismo. Para él es un error evidente de Darwin el suponer que en la ‘lucha por la existencia’ vence siempre el más fuerte:
“Nada me sorprende tanto, al alzar una mirada sobre los grandes destinos de los hombres, como encontrarme delante de mí lo contrario de lo que hoy ven Darwin y su escuela, o de lo que quieren ver: la selección a favor de los más fuertes, de los mejor logrados, el progreso de la especie. Precisamente es lo contrario lo que se toca con la mano: la supresión de los casos felices, la inutilización de los tipos mejor logrados, el inevitable gravitar de los tipos medios y hasta de los tipos inferiores a la medida.”[1]
Nietzsche considera que no hay una progresión desde el más débil hacia el más fuerte; por el contrario, para él es evidente que los más débiles triunfan sobre los más fuertes:
“los más fuertes y los más afortunados no son mucho cuando tienen en contra suyo los instintos del rebaño, la pusilanimidad de los débiles y la preponderancia del número”[2]
Las palabras de Nietzsche están claramente influenciadas por su sensación de que está rodeado de una humanidad que aun no está preparada para su filosofía, para el asumir ‘la muerte de Dios’ como un reto a vivir con la frente en alto, creando los propios valores, y dejando de depender de valores externos, trascendentes e inexistentes. Nietzsche ve a su alrededor que es el cristianismo y su ‘instinto de rebaño’ el que ha triunfado. La humanidad ha seguido una ruta de auto-degeneración, y no de constante superación, no de constante evolución (como propone Darwin).
A mi juicio, esta crítica al darwinismo está condicionada por una mala comprensión de lo que en el darwinismo se entendía por la victoria y supervivencia del más fuerte. El más fuerte en el darwinismo es simplemente aquel que progresa fisiológicamente sobre el que no lo hace. Para Nietzsche el fuerte y el débil están siendo entendidos mucho más allá de las disposiciones biológicas. Él entiende al fuerte y al débil de acuerdo a las categorías de su filosofía. Lo débil no es entendido por Nietzsche como lo que tiene poca capacidad para sobrevivir biológicamente, sino como lo que tiene poca capacidad para ser un espíritu libre, para tomar las riendas de la existencia, para comprender que ella carece de esencias trascendentales. La sensación que a mí me queda de esta crítica nietzscheana al darwinismo es que en ella no hay una verdadera referencia al darwinismo. La crítica sirve para comprender qué es lo que Nietzsche quiere decir, pero pareciera estar jugando otro ‘juego de lenguaje’ que el que juega el darwinismo. Nietzsche habla de fuerza en el sentido de las fuerzas emocionales o espirituales, el darwinismo habla de fuerza en el sentido de fuerzas fisiológicas formadas naturalmente. Esto se hace evidente cuando Nietzsche acusa a Darwin de olvidar que la verdadera fuerza del ser humano radica más en el espíritu que en la fisiología[3]. Los espíritus libres no requieren de fuerza fisiológica para superarse, requieren de fuerza espiritual. Aquí es evidente que Nietzsche se posa en un campo totalmente diferente de aquel sobre el que está posado el darwinismo. El progreso en el darwinismo no se entiende en el mismo sentido que en Nietzsche. En este último ‘progreso’ se está entendiendo como una evolución que tiene que ver más con la autonomía y la liberación que con la supervivencia.
La sensación que me queda de la crítica que hace Nietzsche es de un escupitajo que cree haberse direccionado en una dirección determinada pero que en realidad no roza siquiera a aquello que quería humillar. Aun así, la crítica vale para entender cómo Nietzsche está en una dimensión muy, muy distinta a en la que está el darwinismo, por lo que las comparaciones en este respecto no podrían ser hechas; no porque haya contradicción, sino porque no se refieren a la misma cosa: Nietzsche no se da cuenta de eso, él cree estar asestando un golpe en lo profundo del darwinismo (y probablemente este también creyó que estaba siendo golpeado).
[1] (frag. póst.) ‘La voluntad de poder’, 678. Trad. de A. Frouff en la editorial EDAF.
[2] Ibid.
[3] Cf. ‘Crepúsculo de los ídolos’, Incursiones de un intempestivo, 14. Trad. de Andrés Sánchez Pascual.
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viernes, 16 de octubre de 2009
Nietzsche y el darwinismo (b)
Ahora bien, veamos qué ocurre con la otra característica del darwinismo a la que he aludido como posiblemente presente en la filosofía de Nietzsche. Decía que un principio básico del darwinismo es la idea de que todas las especies se desarrollan con el fin implícito de la propia conservación –o dicho en un lenguaje más darwinista: de la supervivencia. En Nietzsche esta idea pareciera ser ubicada en su filosofía cuando dice que el intelecto humano desarrolla fuerzas para fungir como un medio de conservación, siendo este el instinto “más viejo, fuerte, implacable e insuperable” del ser humano.
“Ya sea que dirija la vista a los hombres con una buena o mala mirada, siempre los encuentro a todos y a cada uno en particular dedicados a una tarea: hacer aquello que es provechoso para la conservación del genero humano.”[1]
Así pues, pareciera que Nietzsche estaría expresando la misma idea que expresa el darwinismo: el ser humano, como especie, actúa como actúa porque así lo requiere su supervivencia. Aquí sin embargo, a pesar de lo que pueda parecer superficialmente, no estoy de acuerdo con que haya un parecido tan claro, como sí consideré que sucedía con la anterior característica que resalté.
No creo que haya un acercamiento entre Nietzsche y el darwinismo en este punto porque la comprensión de esta idea no puede quedarse en lo superficial. Y es que la idea no es tan simple como la anterior, en la que bastaba con reconocer las condiciones biológicas de las especies para que la idea sea clara. Dicho de otro modo, la anterior idea tratada (“cada animal ‘conoce’ el mundo que le corresponde de acuerdo a su desarrollo fisiológico”) sólo requiere una comprobación empírica de cuáles son las condiciones fisiológicas de cada animal. En la nueva idea que estamos tratando (“todas las especies vivientes tienen como motor implícito de la existencia la propia supervivencia”) ya no basta con una comprobación empírica, sino que es necesario prestarle atención a qué significa aquí decir que las especies tienen un ‘motor implícito’, o ‘una tarea’ a la que está dedicada toda especie. Y es en este punto en que Nietzsche se aleja radicalmente de lo que hace el darwinismo.
La primera clara diferencia entre Nietzsche y el darwinismo en este respecto es que para Nietzsche el darwinismo toma esta idea del impulso a la conservación como una especie de finalidad implícita de la existencia. En el darwinismo es fácil -a mi juicio- entender que la supervivencia está siendo planteada como una especie de telos constante, que mueve a lo que es el ser humano en su esencia. Esto, por supuesto, es demasiado decir para Nietzsche. Nietzsche declara la idea de la finalidad de la existencia -propuesta en cualquier sentido- como uno de los más crasos errores del intelecto humano, como un error que es necesario superar, ya que engaña y confunde demasiado. Para Nietzsche el darwinismo estaría proponiendo la idea de la supervivencia como una explicación de porqué el ser humano es como es. Nietzsche no pretende explicar nada, él sólo describe. Para él la conservación como instinto básico y fuerte del ser humano no es un fin que tiene la especie bajo cualquier circunstancia, es simplemente el modo en que el intelecto ha actuado, pudiendo haberlo hecho de un modo diferente. Para Nietzsche la idea de la supervivencia como finalidad última de la existencia está planteada en el darwinismo como una aseveración de la verdad del ser humano, y Nietzsche lo último que quiere hacer es decir qué es lo verdadero y qué es lo falso. Así pues, Nietzsche y el darwinismo entienden de maneras distintas la tendencia a la conservación de la especie humana. Para el darwinismo es algo inherente al ser humano, para Nietzsche no es más que un instinto que ha nacido en él, y que por lo tanto él mismo ha creado. El impulso, o el instinto de la conservación no es algo esencial para Nietzsche, es uno más de los productos del intelecto humano.
[1] Nietzsche, ‘La ciencia jovial’, § 1. Traducción de José Jara, en Monte Avila Editores.
domingo, 11 de octubre de 2009
Nietzsche y el darwinismo (a)
Un principio básico del darwinismo es que todas las especies vivientes tienen como motor implícito de la existencia la propia supervivencia. Cada especie se desarrolla de acuerdo a cómo se lo exige su entorno, para que pueda ser capaz de sobrevivir en él. Esto supone, en el darwinismo, que las especies están en una constante lucha entre sí por la supervivencia, ya que muchas veces dos especies no pueden convivir en un solo entorno, haciéndose necesario que una de ellas -la más fuerte- se imponga sobre la otra. Así pues, es según la ‘selección natural’ que las especies evolucionan biológicamente para mantenerse aptas a su entorno. Toda capacidad desarrollada por la especie tiene como finalidad la propia supervivencia –por ejemplo, en el ser humano capacidades como la del dolor sirven a la conservación de la especie: sin dolor el ser humano no sería capaz de evitar ciertos males que irían en contra de su desarrollo. El impulso implícito de la vida se plantea aquí como la propia conservación.
A partir de esto surge la (revolucionaria) idea de que el ser humano no es realmente un ser privilegiado frente a las demás especies. Es decir, él no accede a una dimensión especial de la realidad, ni es el motivo por el que el mundo es como es. Toda especie viva evoluciona fisiológicamente de acuerdo a su entorno, y cada una de las especies se relaciona con el mundo que le corresponde, de acuerdo a las capacidades biológicas que ha desarrollado para su supervivencia (piénsese en el mundo de los murciélagos, que debe componerse y ordenarse de acuerdo a las vibraciones en el aire; o el de los perros, que se compone, en sus aspectos más importantes, de acuerdo a los olores). Hay cosas que al ser humano no le es posible alcanzar (por ejemplo: volar; la capacidad para ver a niveles microscópicos; el camuflarse naturalmente en su entorno) simplemente porque tales cosas no le son necesarias para la supervivencia, el tipo de animal que es no requiere que tales capacidades se desarrollen. Así pues, cada animal ‘conoce’ el mundo que le corresponde de acuerdo a su desarrollo fisiológico; el ser humano no conoce ningún mundo privilegiado, conoce el mundo que le es posible de acuerdo a su biología.
Ahora bien, me parece que son básicamente estas las nociones que se podrían considerar como aquellas de las que se podría encontrar rastro en la filosofía de Nietzsche (son al menos las que yo he encontrado). A mi juicio, la última idea del darwinismo que he mostrado (sobre la relación de cada especie con el mundo de acuerdo a su biología y, por lo tanto, la no-privilegiada condición del ser humano) está presente en Nietzsche, quien coincidiría en que el ser humano no está por encima de otras especies, y que depende de su fisiología para conocer el mundo que puede conocer. No creo que en este punto haya real contradicción entre Nietzsche y el darwinismo, y creo que es evidente que Nietzsche piensa algo muy parecido, y que definitivamente se ve influenciado por el espíritu darwinista que hay en el momento en que realiza su filosofía. Apoyo mi convicción en pasajes de Nietzsche como el siguiente:
“[Al ser humano] Le cuesta trabajo reconocer ante sí mismo que el insecto o el pájaro perciben otro mundo completamente diferente al del hombre y que la cuestión de cuál de las dos percepciones del mundo es la correcta carece totalmente de sentido, ya que para decidir sobre ello tendríamos que medir con la medida de la percepción correcta, es decir, con una medida de la que no se dispone.”[1]
Aquí Nietzsche se muestra claramente a favor de la idea de que la percepción del mundo de cada especie depende de las condiciones biológicas que tiene, y por lo tanto, el ser humano no puede hacer alarde de su acercamiento al mundo, ya que este depende del modo en que se ha desarrollado para la autoconservación. Es evidente que a partir de esta idea básica Nietzsche y el darwinismo se encaminan hacia lados diferentes, pero la semejanza -a mi juicio- es innegable.
[1] Nietzsche, ‘Sobre verdad y mentira en sentido extramoral’ Trad. de L. Valdés y T. Orduña, en Tecnos.