martes, 11 de agosto de 2009

Watchmen I

Comienzo a colgar comentarios y reflexiones sobre el comic Watchmen, sobre el que se realizará una mesa en el próximo Simposio de Estudiantes de Filosofía (en la que, con mucho gusto, participaré):


“Cadáver de perro en el callejón esta mañana, marca de llanta en estómago reventado. Esta ciudad me teme. He visto su verdadero rostro. Las calles son grandes desaguaderos y los desaguaderos están llenos de sangre y cuando los drenajes finalmente se atasquen, todos los insectos se van a ahogar. La suciedad acumulada de todo su sexo y violencia hará espuma hasta sus cinturas y todas las putas y los políticos mirarán hacia arriba y gritarán ‘Sálvanos!’ …Y yo miraré hacia abajo y les susurraré ‘No.’” [la traducción es mía]

Así comienza el primer número de la novela gráfica Watchmen, del inglés Alan Moore. Las palabras son extraídas del diario de Rorschach; esto es lo primero con lo que nos topamos: la rudeza, la antipatía y la crudeza de un personaje que nos comienza a pintar la ciudad sobre la que se desarrollará la historia de todo el comic. La primera personalidad que nos presenta Moore es la más áspera, la que más desprecia de forma explícita aquello de lo que está rodeado. Aquello que sin embargo quiere, de un modo u otro, arreglar. Tal es la relación más profunda con la que juega Moore a lo largo de todo el comic -y que en este primer número comienza a delinear: la relación entre una ciudad moralmente decadente y una serie de personajes (de seres humanos) que han sido formados en ese contexto y que, de un modo u otro, intentan arreglarlo. Cada uno a su manera, cada uno con sus propias motivaciones y con sus propios objetivos. Allí está el conflicto. La ciudad se muestra igual de podrida para todos, pero cada uno sigue su propio camino para intentar sobrevivir en ella y consolarla hasta donde le sea posible.

En este primer número Moore nos presenta, con la guía y bajo la perspectiva de Rorschach, a los personajes principales de la obra. Poco a poco nos vamos topando con cada uno, todos tan distintos como complejos, en un proceso que va develando, a la vez que va escondiendo, cómo es que ellos se comportan, o más bien, cómo es que quisieran comportarse en el contexto en el que viven. Rorschach, tras enterarse del asesinato de uno de los de su tipo (uno de los enmascarados) se siente en la necesidad de advertir a los demás que pueden estar en peligro. Ninguno lo toma en serio. No explícitamente. Pero es claro que en el fondo todos sufren un quiebre en sus vidas tras este suceso, un quiebre que, más que generar una nueva situación, lo que hace es traer de vuelta sombras del pasado. Así, nos topamos con los primer y segundo Nite Owl, que parecen mantener una relación de lo más amical e ingenua. Dos tipos que representan la más básica bondad, pero vista en un auténtico ser humano, no en Superman. Así, esta básica bondad se convierte en muestras de timidez y melancolía. En el texto final de este primer número, Moore nos muestra cómo es que el primer Nite Owl se motiva para enmascararse y luchar en las calles por la justicia, al modo en que lo hacían sus héroes de ficción. Aquí vemos a un tipo que reacciona con motivaciones que, aunque parecen ser por momentos las del típico justiciero, son muy personales. Y es él mismo quien narra tales motivaciones explícitamente, es decir, se da cuenta de que él no es un héroe sobrenatural, sino que es un ser humano al que las circunstancias de vida lo condicionaron para que se convierta en lo que se convirtió. Ahí está la magia de los personajes de Moore, ellos se saben seres humanos en crisis, se saben sujetos limitados y sufren y actúan por ello. Lo mismo ocurre con el segundo Nite Owl y con Laurie Juspeczyk, ambos cargando un pasado que no saben muy bien cómo aprovechar o desechar (o ambas cosas a la vez).

Dos casos particulares son por supuesto los de Adrian Veidt (Ozymandias) y el Dr. Manhattan: el primero pasa desapercibido en este primer capítulo, del segundo lo más interesante que tenemos es su comparación entre el muerto y el vivo: no hay ninguna diferencia, misma cantidad de partículas en sus cuerpos. Ya se nos va pintando al ser carente de espíritu que es Manhattan, cuestión que luego será crucial para el desarrollo de la historia. Así mismo, no puedo dejar de recordar el último cuadro de la página 23, vemos un primer plano de la cara de Manhattan y atrás a Juspeczyk acordando la cita con Daniel Dreiberg -el primer Nite Owl (a quien ella llama ‘Dan’; el primer Nite Owl llama ‘Danny’; y Rorschach ‘Daniel’: ya está aquí pintada la personalidad de cada uno de los personajes). La expresión de Manhattan en este cuadro es muy sugerente, más tarde sabremos que él vive en una especie de conocimiento total de cómo van a ocurrir los hechos paso por paso, una especie de conocimiento objetivo del transcurrir del tiempo -tema que luego debe ser tratado en detalle por su valor como problema filosófico. La expresión de Manhattan es muy curiosa, yo la leo como una especie de: ‘Ok, aquí comienza todo.’ Me parece uno de esos detalles grandiosos de hacen de este comic la obra maestra que es.

Tenemos aquí entonces los factores para considerar el problema ético que se plantea en este primer número: hay una ciudad -que representa la situación del mundo- que está en una situación de incertidumbre y decadencia moral, donde la gran pregunta por la validez y el destino de los fundamentos en los que ella está posada (representada en el: ‘Who watches the watchmen?’) flota perdida en la suciedad y el desorden de las calles por las que vemos pasar a los personajes. Una pregunta que no sale realmente a la superficie -o que nadie quiere ver en ella-, una pregunta que provoca un vacío (del que ciertamente no estamos nada lejos en la actualidad) que se llena con expresiones como la del bar al que entra Rorschach, en donde todos parecen temer compulsiva y desmesuradamente al tipo que no deja ver su rostro y que sin embargo llega a cuestionarlos a todos, un miedo que él mismo provoca y que se enorgullece de provocar. Creo que la decadencia moral de la ciudad es la manifestación viva y entera del problema ético que abarca a todo el comic; la ciudad cría y la ciudad destruye fundamentos, ella se nutre de su propia podredumbre e intenta sobrevivir a base de valores negativos. Aquí me parece que calza la caracterización del capitalismo que hace Deleuze en su ‘Antiedipo’: “la paradoja del capitalismo es que se trata de una formación social que está constituida sobre la base de lo que era lo negativo de todas las otras [sociedades]. …Lo que era lo negativo de todas las formaciones ha devenido la positividad misma de nuestra formación, eso es estremecedor.” El mundo creado en Watchmen es ciertamente una reunión de valores negativos que luchan implícitamente entre sí desde sus propios intereses, para intentar asentar un fundamento que renueve las esperanzas, que están absolutamente ausentes dentro del contexto presentado. Ante esto, los Watchmen intentan reaccionar no tanto para hacer resurgir a la ciudad, sino para intentar sobrevivir -cada uno a partir de sus particularísimas expectativas- psicológicamente a ella, a esta situación moral. En ninguno de los personajes funcionará algún tipo de auténtica ética universalista, absolutamente todos se mueven de acuerdo a sus propias motivaciones, motivaciones provocadas por sus complejísimas psicologías.

Al final de este primer número, creo que nadie tiene esperanzas de que vaya a presenciar una historia feliz o común. Hay plena conciencia de que se vienen más rastros psicológicos de los personajes, y de la propia ciudad como ente vivo y problemático del que emana el ocaso al que hace referencia Rorschach una y otra vez cuando se refiere a ella, cuando la compara con una carnicería llena de niños retardados. Creo que al final nadie tiene problemas con creerle a Rorschach cuando dice al inicio que le ha visto su verdadero rostro a la ciudad.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

ya me dieron ganas de leer este comic !! se ve super bueno !!!