domingo, 15 de noviembre de 2009

Lo cotidiano

Uno de mis temas predilectos en la filosofía es el de la cotidianeidad. Ya desde Aristóteles el tema se encuentra como algo central para la reflexión sobre cómo se conforma el ser humano en la vida, y cómo puede alcanzar el bienestar. En este sentido es que Aristóteles opone su filosofía -preocupada por el bienestar concreto del ser humano- a la filosofía de Platón -preocupada, según Aristóteles, por un bienestar más ligado con lo trascendente, y por lo tanto con algo que se desliga de la vida concreta del ser humano.[1] Lo que básicamente hace Aristóteles en su filosofía moral es describir los procesos cotidianos y comunes de los habitantes de la polis. A partir de tales descripciones se pretende indagar por cuáles tendrían que ser las cosas por hacer para lograr el mayor bienestar del ser humano: la felicidad (eudaimonía). Por ello Aristóteles pasa largos segmentos examinando los mejores modos de vida de la polis. Así pues, a pesar de la inevitable concepción teleológica que tiene Aristóteles (Cf. la perfecta ‘unidad de las virtudes’ que se pretende para la felicidad perfecta: véase la última parte del libro VI de la Ética a Nicómaco), la preocupación se posa siempre en lo cotidiano, en lo corriente y ordinario, elementos fundantes de lo que es realmente importante para el ser humano.

Otra tradición filosófica en la que podríamos encontrar una preocupación por la cotidianeidad es la fenomenología. Cuando Husserl pide que depositemos nuestra preocupación en el ‘mundo de la vida’ está pensando en lo cotidiano como fundamento de los sentidos que le damos a lo que nos rodea. Ahora, para Husserl lo cotidiano no se reduce simplemente a la cosa tal y como se nos presenta día a día, desnuda e incondicionada. El ‘mundo de la vida’ husserliano no es simplemente la cosa que está en frente, es además todo el horizonte histórico a partir del que nos acercamos a nuestro contexto: un horizonte que se constituye intersubjetivamente, y que por lo tanto depende de la comunidad en la que vivimos. Lo cotidiano aquí no es simplemente la cosa desnuda no considerada metafísicamente; es lo que está sumergido en el mundo que nos circunda y que se constituye tanto a partir de lo intelectual como de la corporalidad. (Me temo que el pragmatismo -sobre todo en autores como Dewey- sí corre a veces el peligro de considerar a la cosa tal y como se nos presenta en el día a día, sin tener en consideración que ella está condicionada por lo histórico, por cómo la interpretamos desde nuestra corporalidad, o nuestra emocionalidad. La preocupación por lo cotidiano, en el pragmatismo básico, se reduce muchas veces a lo que simplemente está en frente nuestro, siendo esta una posición que -además de ingenua- no considera lo que está más allá de lo material.)

Sin embargo, para mi gusto la fenomenología tiende a examinar a lo cotidiano de un modo demasiado esquemático, esforzándose por describir hasta el proceso más básico de lo que ocurre en el mundo concreto del ser humano. Es conocido el gusto especial de la fenomenología para asignarle términos inventados a los nuevos procesos que creen encontrar en el mundo cotidiano en el que damos valor a las cosas. La descripción y comprensión que pretende la fenomenología comete precisamente el error de salirse de lo cotidiano para referirse a él. Un examen de lo cotidiano requiere una conciencia explícita de que las descripciones deben darse en el lenguaje corriente y ordinario de lo cotidiano, y por lo tanto en un lenguaje abundante en inexactitudes e imperfecciones. El lenguaje utilizado por la fenomenología se extrae de lo cotidiano y por lo tanto deja de hablar realmente de ello.

Son autores como Austin y Wittgenstein quienes, a mi juicio, realizan la tarea más importante cuando se trata de examinar la cotidianeidad del ser humano. El objetivo primordial de ellos es resaltar el hecho de que lo realmente importante para la reflexión filosófica está en lo ordinario, no en lo trascendente o en lo inmanente (es decir, no en lo ideal/metafísico ni en las esencias). Así pues, sus filosofías del lenguaje se alejan de las tradiciones logicistas y positivistas que intentan descifrar los núcleos y esencias del lenguaje, para pasar a dedicarse más bien a examinar al lenguaje tal y como él se da en la vida concreta de los sujetos. En ese sentido es que Wittgenstein pide reconducir a las palabras de su uso metafísico a su uso cotidiano[2]. En donde la tarea no es de consecuencias simplemente epistemológicas; las consecuencias más importantes de comenzar a preocuparnos más por lo cotidiano son, sobretodo, morales. Es el mismo sentido en que Nietzsche pide desmitificar al mundo: no simplemente para conocerlo mejor, sino además para vivir mejor en él, sin los errores ridículos y extremadamente perjudiciales que trae consigo la creencia de que nuestros sentidos y significados se sostienen en algo que trasciende al mundo cotidiano.

Así pues, cuando Wittgenstein y Austin se comienzan a preocupar por el lenguaje ordinario están dando un paso adelante para lograr un mejor auto-conocimiento del ser humano, un auto-conocimiento sincero, en donde nos alejamos de las pretensiones dogmáticas por encontrar la verdad única y universal, y nos sumergimos a la pluralidad del mundo imperfecto e inestable. Sumergirnos en la cotidianeidad significa aquí encontrarse con muchos aspectos inexplicables y misteriosos que simplemente tendríamos que aceptar y reconocer como parte de nuestra vida. Así, Cavell resalta al misterio como característica primordial de aquello que constantemente olvidamos y pasamos por alto: lo cotidiano -por no considerarlo importante, y por estar siempre sumergidos en su familiaridad (véase la cita de Dawkins que está al final de este blog). Para Wittgenstein esta característica misteriosa de la cotidianeidad es parte primordial de su filosofía: “Los aspectos de las cosas más importantes para nosotros están ocultos por su simplicidad y su cotidianeidad. (Se puede no reparar en algo -porque siempre se tiene ante los ojos.)”[3]

A partir de aquí, me interesa ir en busca de manifestaciones artísticas que expongan lo cotidiano desde su misma base, ya sea explícita o implícitamente, en cualquiera de los tantos aspectos que podrían resaltarse de la cotidianeidad. Pretendo pasar por el cine, la comedia audiovisual, el cómic, la música. Ya entraré a ello en siguientes post.


[1] Así, en el libro I de Ética Nicomaquea Aristóteles critica la Idea del Bien de Platón, diciendo que en realidad hay varios usos de la palabra bien, y que ella puede ser entendida en varios sentidos, no en uno sólo y universal, como lo pretende Platón. Así mismo, se dice que el bien es distinto de acuerdo a la actividad que se realice. A pesar de que esta crítica puede resultar certera en ciertos momentos, creo que en el fondo adolece de una confusión entre el sentido epistemológico en el que Platón se refiere a la Idea del Bien y el sentido práctico que le pretende dar Aristóteles. Por decirlo de algún modo, parecen estar hablando en dos ‘juegos de lenguaje’ diferentes acerca del bien, por lo que la crítica aristotélica no sería del todo exacta.
[2] Investigaciones Filosóficas, § 116.
[3] Ibid., § 129.

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