sábado, 19 de diciembre de 2009

Investigaciones Filosóficas: §§ 1-4


Wittgenstein decide iniciar con una cita a Agustín, en donde se da una descripción de cómo sería el aprendizaje del lenguaje. De tal descripción se pueden sustraer las siguientes conclusiones:

  • Las palabras tienen un solo significado.
  • Las palabras expresan los deseos internos, no los conforman.
  • Las palabras (y sus significados) se aprenden por repetición.
  • Los diferentes contextos en los que son utilizadas las palabras no alteran sus significados.
  • Las palabras son signos que hacen referencia a cosas.
  • Tales signos deben ser utilizados del modo correcto en las oraciones, que son combinaciones de signos.

A partir de esto, Wittgenstein constata cómo Agustín no diferencia entre ‘géneros’ de palabras. Por ello, la descripción que se hace del lenguaje parece referirse sólo a lo que ocurre con los sustantivos (‘casa’, ‘perro’, ‘mano’), más no hace referencia a palabras que funcionan como adjetivos, o como nombres de ciertas acciones, o como modos de saludo, etc. Tales otros géneros de palabras parecen ser pensados como “algo que ya se acomodará.”

Teniendo esto en cuenta, Wittgenstein lanza su famosa imagen de la persona que va a comprar “cinco manzanas rojas”. El vendedor del caso actúa básicamente mirando signos y comparándolos con los que están en la nota que le alcanzan. Pero, ¿cómo sabe el vendedor dónde y cómo debe consultar las tablas? Wittgenstein se responde: “yo asumo que actúa como he descrito. Las explicaciones tienen en algún lugar un final.” Así pues, aquí Wittgenstein no habla de los posibles significados que podrían tener las palabras ‘cinco’, ‘manzanas’ y ‘rojas’; habla más bien del modo en que tales palabras son utilizadas, de cómo se actúa en base a esas palabras. ¿Hay acaso argumentos para ese modo de actuar? ¿No se trata simplemente de una acción que se realiza naturalmente después de que se ha dado el aprendizaje? Y tal aprendizaje, ¿es aprendizaje de significados, o de modos de actuar?

La segunda imagen que se nos lanza es la de los albañiles A y B (§ 2), que utilizan un lenguaje al que se podría aplicar la noción agustiniana antes citada: una palabra se identifica con un objeto. Sólo se usan sustantivos, no hace falta más. Wittgenstein califica a este como un modo primitivo de usar el lenguaje; un modo que no es el único y que no es suficiente para describir al lenguaje en su totalidad. Este es “un sistema de comunicación; sólo que no todo lo que llamamos lenguaje es este sistema.” (§ 3) (Del mismo modo en que todos los juegos no son juegos de tablero.)

Vemos entonces que Wittgenstein no rechaza de lleno a la noción de lenguaje que considera que las palabras hacen referencia a las cosas; más bien, él cree que aunque es posible describir ciertos usos a partir de esa noción, ella es incompleta. Esto no significa, sin embargo, que se esté considerando que de algún modo el lenguaje sí es representativo: simplemente se dice que hay palabras que, en su uso, hacen referencia a objetos de la realidad que podemos señalar.

A estas alturas (§ 4), quisiera hacer notar la cantidad de imágenes que ya ha utilizado Wittgenstein para aclarar lo que va diciendo. Una de las experiencias más ricas en la lectura de este autor es la constante apelación que se hace a la imaginación del lector, para que él vaya comprendiendo desde diferentes perspectivas lo que se está queriendo decir. Esto es muy importante, y para saberlo apreciar hay que ser muy cuidadosos: Wittgenstein no lanza ejemplos, él no quiere que simplemente se compare lo que dice teóricamente con lo que ocurre prácticamente en el caso del ejemplo. Más bien, Wittgenstein lanza imágenes: se desea encender el intelecto del lector en un modo muy diferente al usual. Los ejemplos sólo sirven como constatación; las imágenes de Wittgenstein, por el contrario, sirven para dar a entender la esencia misma de lo que se está queriendo decir. En el Prólogo se anunciaba que los temas habían sido tratados una y otra vez en el libro, volviendo sobre ellos a partir de diferentes perspectivas. Eso es lo que ocurre con las imágenes de Wittgenstein: lo que él desea es que el problema sea contemplado bajo diversas luces, que nuestra relación con él no sea unilateral, y que no sea puramente intelectual, sino que provoque un compromiso emocional del lector. Wittgenstein quiere encender nuestra imaginación para que a partir de ella sepamos acercarnos pluralistamente a los problemas -sin encerrarnos en la unilateralidad de la perspectiva de la Verdad-, y para que nos relacionemos cercanamente con ellos, no como si fueran metas trascendentes que tenemos que alcanzar. Ya para el cuarto parágrafo Wittgenstein ha utilizado cuatro imágenes: las “cinco manzanas rojas” (§ 1); los albañiles A y B (§ 2); todos los juegos no son juegos de tablero (§ 3); la escritura con letras que sirven para designar sonidos, acentuación y puntuación (§ 4).

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