miércoles, 16 de diciembre de 2009

Investigaciones Filosóficas: el Prólogo

Me he propuesto, para este verano, hacer una lectura detenida de las Investigaciones Filosóficas de Wittgenstein. Así que talvez en adelante se venga una serie de post que comenten o intenten aclarar(me) ciertos pasajes de esa obra. Empecemos, entonces, por donde se empieza.


Los prólogos de Wittgenstein son los más sinceros que he leído en mi vida. Nadie como él para plasmar en unos cuantos párrafos toda la carga emocional con la que escribe su filosofía. Son prólogos que más que introducir a la temática del libro, introducen a su espíritu, a su motivación emocional. Convencen, precisamente, porque conmueven.

El Prólogo de las Investigaciones inicia con una confesión: Wittgenstein intentó realizar un libro sin fisuras, secuencialmente fluido, que vaya ordenadamente de un tema a otro. Tal objetivo no se ha logrado:

“Tras varios intentos desafortunados de ensamblar mis resultados en una totalidad semejante, me dí cuenta de que eso nunca me saldría bien. Que lo mejor que yo podría escribir siempre se quedaría sólo en anotaciones filosóficas; que mis pensamientos desfallecían tan pronto como intentaba obligarlos a proseguir, contra su inclinación natural, en una sola dirección. –Y esto estaba conectado, ciertamente, con la naturaleza misma de la investigación.”

Hay muchas cosas que resaltar aquí. En primer lugar, aquí hay un claro énfasis en la importancia del pluralismo. Yo no soy de los que cree que aquí simplemente se está expresando una anécdota sobre la experiencia de escritura de Wittgenstein. Aquí, más bien, se expresa ya una de las nociones más importantes del acercamiento filosófico del libro al lenguaje y a la ética: existe la posibilidad de acercarnos a partir de varias perspectivas a un problema, con lo que es posible iluminar varios aspectos de él, no sólo uno. Ya hay aquí una enseñanza. Wittgenstein hace énfasis en cómo no ha seguido “una sola dirección”, sino que ha sido necesario que abarque los temas desde varios puntos de vista. Sobre el mismo tema más tarde dirá:

“Los mismos puntos, o casi los mismos, fueron continuamente tocados de nuevo desde diferentes direcciones y siempre se esbozaron nuevos cuadros.”

Esta no es una simple descripción del modo de trabajo; es una afirmación de la importancia de no perderse bajo las sombras del punto de vista único.

Pero hay una cosa más que quisiera resaltar del primer pasaje citado. Allí hay una excelente muestra de la sinceridad filosófica de Wittgenstein. El modo en que dice haber realizado su libro, lleno de fisuras, de saltos en zigzag, de retratamientos de los temas desde diferentes perspectivas, nace de la sinceridad con la que ha realizado su filosofía. Ha tenido que realizarla así, ya que así se lo obligaba su naturaleza; hacer otra cosa, no hubiera sido más que una alienación. La auténtica manera de filosofar es aquí la que sigue la propia, la subjetiva, la íntima “inclinación natural”.

Cabe notar además, cómo aquí se expresa perfectamente la moral que exige Stanley Cavell (hasta donde yo la entiendo) cuando intenta conjugar la autenticidad y autoconfianza de Emerson con el retorno a la cotidianeidad de Wittgenstein y de Austin. Para Cavell el retorno a lo cotidiano (recordemos la frase wittgensteniana: “reconducimos las palabras de su empleo metafísico a su empleo cotidiano”) es el retorno a aquel lugar en el que realmente se conforma nuestra vida, en el que realmente nos encontramos con nosotros mismos, con nuestros complejos e imperfectos modos de concebir el mundo, de vivir en él: nos encontramos con lo que realmente somos. Así pues, el retorno a lo cotidiano está íntimamente ligado con la importancia de la autenticidad, de la sinceridad con uno mismo, del rechazo a lo cínico, a lo alienado (en donde entra lo que Cavell llama el ‘perfeccionismo’ de Emerson).

Wittgenstein, al decir que él tenía que seguir la naturaleza de su pensamiento, está diciendo que es un acto de honestidad con su trabajo, consigo mismo, el que haya seguido ese camino. Y tal camino es calificado por él mismo como imperfecto. Wittgenstein ha descendido su modo de filosofar a lo cotidiano: cambiante, plurivalente, inconexo, defectuoso. Aceptación de que tal es la propia naturaleza. Autenticidad. La filosofía de Wittgenstein (y en particular este prólogo) es ejemplo perfecto de la moral que quiere Cavell.

Hay un último pasaje del Prólogo que quisiera comentar:

“Hace cuatro años tuve ocasión de volver a leer mi primer libro (el Tractatus logico-philosophicus) y de explicar sus pensamientos. Entonces me pareció de repente que debía publicar juntos esos viejos pensamientos y los nuevos: que estos sólo podían recibir su correcta iluminación con el contraste y en el transfondo de mi viejo modo de pensar.”

No es fácil entender esta afirmación. Ciertamente, no parece tratarse simplemente de que el Tractatus funciona aquí como simple objeto de oposición. Parece decirse, más bien, que el pensamiento del Tractatus, aunque tiene “graves errores” (como dice luego), aporta algo a las Investigaciones Filosóficas. Hay, por supuesto, quienes intentan encontrar una ligazón importante entre ambos libros. Hay quienes, por el contrario (y son la mayoría), simplemente los tratan como libros opuestos. Yo no estoy seguro de qué pensar sobre esto. Creo que sí hay razones para pensar en coincidencias entre ambos libros (sobre todo por las intenciones éticas que los subyacen), pero creo también que los desarrollos filosóficos se contradicen claramente entre sí. En el pasaje citado, Wittgenstein bien podría estarse refiriendo a su constante noción de que es necesario pasar por el error para llegar a la verdad, o de que a partir del error surgen los más fructíferos pensamientos. Pero como señalé antes, el Tractatus parece estar siendo referido aquí como algo más que como un error. Más que esto, ya no sé decir.

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