sábado, 24 de octubre de 2009

El gran y único vigilante: La Torre de Babel en Watchmen (a)

Ya habiendo tenido la oportunidad de presentar esto en público, me gustaría en los próximos días ir colgando (en tres partes) la que fue una de mis presentaciones en el V Simposio de Estudiantes de Filosofía que este año organizaron la PUCP y la UARM. Esto se dió en la mesa que compartí con Eduardo Marisca y Martín Valdez sobre el cómic de Alan Moore y Dave Gibbons, Watchmen.


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En el cuarto capítulo de Watchmen se nos cuenta cómo es que nace el Dr. Manhattan, el único personaje del cómic que realmente tiene poderes súper-humanos, entre los que se destacan la capacidad para manipular la materia a su gusto y la capacidad de vivir en pasado, presente y futuro simultáneamente. Este ser nace a partir del accidente que sufre el físico Jon Osterman, cuando queda atrapado en una máquina dedicada a separar a los objetos de sus ‘campos intrínsecos’[1]. Un ‘campo intrínseco’, dicho en términos puramente físicos, sería algo así como aquello que mantiene a todos los átomos de un objeto unidos. Esto, dicho en términos más ontológicos, significa que el ‘campo intrínseco’ sería aquello gracias a lo cual un objeto puede ser lo que es; es decir, sería aquello que le es más íntimo al objeto y sin lo cual el objeto no podría ser lo que es. (Esto, en términos más metafísicos, nos tendría que llevar a decir que el ‘campo intrínseco’ es algo así como la esencia del objeto, sin embargo no es mi intención ir tan lejos.)

Ahora bien, en esta ocasión no es un simple objeto el que está siendo sometido al proceso de la máquina, sino que es un ser humano el que ha quedado atrapado en ella. Así pues, a diferencia de las anteriores ocasiones, esta vez no ocurre simplemente que se descompone lo físico, sino que ahora hay algo más que evidentemente sobrevive: algo que parecer ser el resto de una especie de conciencia[2], que luego pasó a reconstruirse el cuerpo perdido. Me gustaría entonces proponer que tal conciencia que sobrevivió al experimento es el ‘campo intrínseco’ que se le extrajo a Jon Osterman, a un ser humano. Es decir, aquello que le es más íntimo al ser humano, aquello gracias a lo cual el ser humano es lo que es ha sido extraído y liberado. A partir de esto tendríamos que identificar varias características en ese campo intrínseco humano liberado -de acuerdo a como es el Dr. Manhattan, ya que él mismo es esa conciencia que sobrevivió-, sin embargo a mí me gustaría resaltar sólo una característica, una negativa: la que se refiere a la total incapacidad para relacionarse emocionalmente -espiritualmente- con otras personas, para entrar en contacto con ellas, para comprenderlas y ponerse en su lugar.

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Me ha interesado comenzar lanzando esta hipótesis referente al sentido que se le podría estar dando al ‘campo intrínseco’ del ser humano porque la idea central que quiero desarrollar a lo largo de mi reflexión sobre Watchmen tiene que ver con la crítica a una actitud hacia el mundo que no sabe comprender la constante diferencia y pluralidad de los sujetos, en donde el acercamiento entre unos y otros tendría que darse más desde el aspecto emocional que del intelectual. Esta es, por supuesto, una idea que elabora la filosofía hermenéutica cuando se refiere a los fenómenos de la comprensión y la identificación entre los seres humanos. Es también el mismo sentido en que Wittgenstein critica las actitudes intelectualistas, en las que se olvida la dimensión espiritual o emocional del ser humano, aquella a la que no hay que acercarse para entender lógica o analíticamente, sino para comprender de una forma más ética e incluso estética.

Cuando filósofos como Gadamer o Wittgenstein apelan a la dimensión emocional del ser humano, antes que a la intelectual, están intentando darle un lugar primordial a la conciencia de que cada sujeto es íntimamente diferente del otro, y que por lo tanto está sumergido en el constante pluralismo que forma a la realidad. Esto significa rechazar ciertas actitudes intelectualistas que siguen concibiendo a la razón humana como el instrumento privilegiado a partir del que se puede generar un progreso sólo referido a lo material, olvidando la profundidad que yace en la dimensión espiritual, talvez la más importante para el bienestar del ser humano.

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A partir de esta línea filosófica básica que quiero seguir a lo largo de mi reflexión, me gustaría referirme un poco ahora a la condición en que se encuentra la sociedad de Watchmen. La situación en la que ella se nos presenta es de clara incertidumbre y decadencia moral. El fundamento común de la sociedad se ha perdido, no hay un intento de comprensión de lo que ocurre con aquel que es diferente pero que a la vez está al lado, conviviendo con uno. Ejemplos de esta actitud hay muchos a lo largo del cómic, sin embargo me referiré sólo a aquel que más cruento y radical me parece: Rorschach narra[3] un evento en el que una mujer es violada, torturada y asesinada a plena vista y oído de los vecinos, quienes no atinan ni a llamar a la policía, ni a intervenir, ni a siquiera quitar la mirada de los hechos. Esto habla de una sociedad en la que la relación con el otro se ha resquebrajado totalmente. Cada quien actúa de acuerdo a sus propios intereses, pasando por alto la moralidad de las otras personas para lograr el propio beneficio. No existe la más mínima noción de diálogo, de comprensión emocional o espiritual del otro. Una egolatría radical que ha invadido el ambiente, provocando el desligamiento emocional entre los sujetos pertenecientes a la comunidad.


[1] Alan Moore y Dave Gibbons, Watchmen, Cap. IV, p. 4
[2] Ibid., Cap. IV, texto suplementario: “…a form of electromagnetic pattern resembling consciousness survived”.
[3] Ibid., Cap. VI, p. 10.

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1 comentarios:

Minerva dijo...

Genial que hayas empezado a colgar tu ponencia y los links para leer las otras dos. Fue una mesa estupenda, se armó una buena dicusión y los tres se complementaron muy bien.

Esperaré las siguentes entregas, mientras tanto, leeré las ponencias de Martín y de Eduardo.